
“La lucha es permanente, nunca vamos a llegar a un mundo perfecto,
Pero vamos ir subiendo escalones.
La esperanza no es llegar, la esperanza es caminar.
No hay triunfo seguro, el único triunfo seguro es volver a levantarse y
Cada vez que uno cae volver a empezar” (Pepe Mujica, Madrid, 2018).
Desde el refugio la “72” en Tenosique, México, donde llegan tantas personas, en su mayoría hondureños/as, el caminar tiene un gran significado.
Caminar es creer que hay un camino más allá, que no se ve, pero que allí está;
Caminar es estar vivo, y seguir por la ruta que lleva a ese lugar desconocido;
Caminar es hacerlo con otros que caminan, que creen en ese camino incierto;
Caminar con miedo, con pasos inseguros, con mirada en el horizonte que da la ruta;
Caminar con resistencia, cansancio y degastado, sencillamente caminando;
Caminar buscando ese lugar donde reine la justicia y equidad restauradora;
Caminar por amor a los que se ama, caminando por amo así mismo, caminar con pasión;
Caminar con pies ampollados, degastados y resentido por el camino ya recorrido;
Caminar recuperándose en cada lugar de descanso, de asilo y de refugio;
Caminar porque se levantan para seguir caminando;
Caminar con tiempos de sol, frío y lluvia, con el hermano viento que me acaricia el rostro;
Caminar por veredas, por ríos, cerros, bosques, de día y de noche;
Caminar con sed y hambre, caminar con sonrisa y seriedad, caminar cantando y bailando;
Caminar con mochila ligera que se vuelve pesada por lo dejado atrás;
Caminar con una mochila que lleva lo mejor para vivir;
Caminar con esperanza de que se llegará a un lugar donde vivir seguro y en paz;
Caminar creyendo en la fuerza y presencia de un Diosito que camina al lado;
Caminar con una gran pasión por la vida;
Caminar viviendo cada día como caminante de mil caminos.
Cuanto bien nos hace recrear una espiritualidad del caminante, una mirada en el horizonte; un camino que nos lleva a caminar, con sentido o sin sentido, con inseguridad o seguridad, con miedo o libertad, con dolor y alegría, con cansancio y fuerza de seguir, con esperanza y a tientas, con amor y pasión por la vida misma.
Fr René Arturo Flores. OFM